UNA TARDE DE VERANO
Una tarde de verano Día 1: La tropa de malandrines se presentó intempestivamente en el jardín de mi casa. Yo que estaba de lo más tranquilo, fumando y pergeñando un meme bien sucio para romperles la cabeza a mis amigos y obliterar así el hastío de un domingo en blanco y negro, no podía dar crédito a lo que veía. Hoy en día todo el mundo sabe lo que es una tropa de malandrines, pero en aquel entonces mi conocimiento sobre la materia era escaso o casi nulo, por lo que no atisbaba a imaginarme que la presencia de aquella microscópica cuadrilla de criaturas de mierda sería el principio de mi perdición. Esos seres de dudosa procedencia y extemporáneo presente manifestaban un sordo berrinche en el puto jardín el cual ya parecían haberse expropiado. Pero claro, uno no puede ir así nomás y darse el gusto de aplastarlos como insectos (que son) con ese satisfactorio crujido seco que seguramente deben producir: porque está al tanto del aura de misterio que las leyendas